
El código que valía millones, la serie de Netflix que denuncia las «manos largas» de Google
Retrotraigámonos a los lejanos y añorados (para los que tuvieron la fortuna de vivirlos) años 90. Por aquel entonces se produjo un encuentro aparentemente baladí que cambiaría para siempre el mundo tal y como hoy lo conocemos. Tras conocerse en un club tecnológico berlinés allá por 1993 un joven estudiante de arte y un «nerd» de la informática plantaron la simiente de una fenomenal idea: alumbrar una suerte de obra de arte global que permitiera a la gente viajar a cualquier punto sobre la faz de la Tierra simplemente haciendo «zoom» con el ratón de su ordenador.
Los dueños de tan prometedora idea pronto se dieron cuenta, no obstante, que los ordenadores de principios de los 90 no eran suficientemente potentes para que su proyecto pudiera echar brotes verdes. Así y todo, los dos jóvenes recibieron el apoyo del todopoderoso titán alemán de las telecomunicaciones Deutsche Telekom y de desarrolladores del insigne Chaos Computer Club de Berlín.
Pese a afrontar un proceso de desarrollo absolutamente caótico, Juri Müller y Carsten Schlüter (así se llamaban estos ambiciosos jóvenes) lograron tener listo su proyecto, bautizado con el nombre de «Terra Vision», para una presentación en una feria internacional de Kioto (Japón) en 1994. Y lo cierto es que en tierras niponas su proyecto fue colmado de lisonjas.
Sin embargo, en un viaje de Juri y Carsten a Silicon Valley el código de fuente de «Terra Vision», cayó en las manos equivocadas. Y en 2005 Google, por que por aquel entones era ya un gigante online de dimensiones colosales, lanzó Google Earth (un clon de «Terra Vision»).
Juri y Carsten sintieron de inmediato que Google les había hurtado la idea y se zambulleron entonces en una auténtica batalla judicial de David contra Goliat.
Este es el argumento de El código que valía millones, una miniserie de cuatro episodios que Netflix estrenó el pasado 7 de octubre y que arroja luz sobre un tenebroso episodio del que muy pocos (ni siquiera los más «techies») habían oído hablar hasta la fecha.

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En esta producción germana, que poco o nada tiene que envidiar a las series «made in Hollywood», Netflix reproduce de manera tan meticulosa como atinada la jubilosa atmósfera que se respiraba en Berlín tras la reunificación de Alemania, una ciudad trufada de clubs de música tecno, de «hackers» y de arte experimental en su vertiente más salvaje.
El código que valía millones explora los prolegómenos de la red de redes
Por aquel entonces la red de redes encarnaba a la perfección los sueños de revolución y de libertad ajena las fronteras. La idea de que el conocimiento podía ser accesible para todo el mundo era increíblemente nueva y excitante en los albores de los 90.
Y las empresas pioneras de la red de redes invirtieron dinero a manos llenas para dar forma a este nuevo mundo. Silicon Valley era El Dorado de la nueva era inaugurada por internet donde quienes ejercían de «conquistadores» se reunían al cobijo de las palmeras de un parque tecnológico de dimensiones ciclópeas.
Pero los alegres años 90 que tantas alegrías (y sinsabores) procuraron a los «nerds» de la época es solo uno de los escenarios de una serie con dos líneas temporales. En la segunda línea temporal El código que valía millones salta al año 2014, cuando los inventores de «Terra Vision» se arman de valor y se atreven de denunciar a Google argumentando que su idea sentó los cimientos de Google Earth, Google Maps y todos los sistemas de navegación que forman parte actualmente de nuestro día a día.
El resultado es una ficción que sumerge al espectador en una auténtica montaña rusa emocional que culmina en un trepidante proceso judicial.
Conviene advertir que lo que el espectador ve sobre la pantalla es una ficción basada en hechos reales. La idea de filmar la historia emergió en una barbacoa en la que el director y el guionista de El código que valía millones conocieron casualmente a Joachim Sauter, que estuvo involucrado en el proyecto de «Terra Vision» y fue, de hecho, a los tribunales contra Google.
La historia real ha sido conveniente dramatizada, pero su esencia es totalmente verídica. Robert Thalheim y Oliver Ziegenbalg, director y guionista respectivamente de El código que valía millones, no aspiran a devolver un ápice de justicia a los desarrolladores de «Terra Vision». Su intención es más bien retratar los ideales que propulsaron primigeniamente a la generación «techie» y la convirtieron en lo que es hoy por hoy.
«Hoy en día solo se habla de los multimillonarios que se hicieron increíblemente ricos con internet y que sueñan con conquistar el espacio. Nosotros queríamos mostrar cómo se inició todo y contar la historia de aquellos que nunca estuvieron bajo los focos», explica Thalheim.

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